Meterse en cuestiones de arte es complicadísimo.El arte es casi indefinible, significando cosas muy distintas (y a veces opuestas) en diferentes épocas, lugares, culturas, para diferentes personas, etc.
Siendo un concepto tan abstracto, y algo que personalmente me atrae muchísimo, suelo dedicarle mis horas de ocio (los que me conocen saben que son muchas) a pensar en cuestiones relacionadas a esa cosa que ha existido siempre y que no hemos entendido nunca.
Conversando con un compañero de trabajo con respecto a esto una vez me dijo: -Estuve ojeando (u hojeando jamás sabré cual de las dos es correcta) un libro de Susan Sontag que se llama "Contra la interpretación". Allí dice algo como que la interpretación es lo que le da vida y a su vez muerte a arte. Le da vida porque interpretando uno logra entender el mensaje, las cualidades artísticas del creador, las técnicas utilizadas, el tiempo y esfuerzo que le demandó la obra, en fin, puede adentrarse en la "cocina" del arte. Sin embargo interpretando también corremos el riesgo de perder en sentimiento, lo genuino que provoca al consumir alguna forma de arte sin pretender nada más que una sensación.
Esta pequeña conversación con Gonzalo, me quedó dando vueltas mucho tiempo y justamente hoy estuve pensando en eso. Se me hace evidente que esa diferenciación entre interpretación y emoción es saludable y responde a un largo proceso que se viene dando en el mundo del arte que lo ha hecho un poco menos elitista y un poco más democrático. Con esto no quiero decir que sea mejor ni peor, seguramente muchos piensan que las vanguardias no debieron haber existido y que en su momento cúlmine, con el orinal de Duchamp, dejaron que el concepto de arte destruyera toda barrera permitiendo que hoy en día cualquiera pueda decir que cualquier cosa es arte sin temor de que nadie se lo discuta (al menos no con propiedad)
Para muchos esto implicó que el arte, como tal, se ensuciara de banalidades y personajes con ansias de demostrar que tan excéntricos pueden ser y no tanto un talento desarrollado seriamente o una búsqueda crítica de calidad. Ciertamente este hecho permitió mucho de eso, pero también generó una libertad nunca antes vista para crear de la manera que el artista prefiera, cuando lo prefiera, en la cantidad que prefiera, sin límite. Estamos en un momento en que el arte es todo o nada. No hay matices, o todo es arte (y cuando digo todo, es todo) o nada es arte (si consideramos que el arte es un estado utópico de perfección de una obra).
Todo esto no es, evidentemente, novedoso en absoluto. Ha sido explicado ya desde hace unos cuantos años por autores como Gombrich. Pero creo que es vital para entender el arte. Y entender el arte es vital para reflexionar acerca de lo que Sontag decía con respecto a la interpretación.
Debo reconocer que estoy de acuerdo en que al interpretar es fácil perder la emoción de la inmediatez. A esta conclusión he llegado recién hoy, meses después de aquella conversación, si bien sospechaba cual sería el resultado. Sin embargo me cuesta determinar que la interpretación pueda ser la muerte del arte. Concibo si que sea la muerte de la obra. Porque interpretando podemos perder la sensación con respecto a esa obra en particular (a pesar de que la encontraremos fascinante mediante aspectos que tienen que ver más con la razón que con las emociones) pero ganaremos en conocimientos y profundización que serán aplicados automáticamente (ya que el análisis previo de otras obras pasará a formar, indefectiblemente, parte de nuestro aparato psíquico) a formas de arte que conoceremos posteriormente. Y aquellas formas de arte que sean capaces de pasar ese filtro cada vez más selectivo (y lleguen a hacernos sentir eso que buscamos o eso que están destinadas a ofrecer), serán las más aptas, las de mayor calidad, en fin, las que más pueden aportarnos. Es allí donde entra en juego la emoción, porque con el tiempo lograremos una emoción genuina consumiendo un arte que tiempo atrás no hubiéramos entendido, perdiendo de sentir aquello que la obra debía transmitir.
Pienso que la interpretación en relación al arte, es un camino que nos lleva lejos y profundo para explorar capacidades, emociones, lugares de nuestra mente que no podríamos experimentar si no emprendemos ese camino.
Es fácil quedarnos en la cómoda situación de no interpretar, simplemente de dejarnos llevar por el sentimiento cuando nos vemos atravesados por una obra de arte. Sin embargo, estancándonos en esta postura ¿cuánto perdemos? ¿cuántas cosas podríamos entender y nos podrían deleitar? ¿cuántas ideas o sensaciones quedarán allí, escondidas, esperando solo al más apto capaz de develarlas?
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Mamá: ¡Qué linda te queda esa campera!
Yo: ...
Mamá: Bueno, tenés buena percha porque sos alto.
Yo: ...
Mamá: ¡Bah!, no solo los altos tienen buena percha.
Yo: ...
Mamá: Sos un agrandado.
(?)
Título: Rebelión en la granja
Autor: George Orwell
Editorial: Booket
Distribuye: Planeta
Una vez, en clase de literatura, hablábamos de El mito de la caverna de Platón.La profesora nos explicó que se trataba de una alegoría, o sea, un conjunto de metáforas encadenadas.Desde aquel momento me pareció extraña e interesante esta forma de exponer lo que uno piensa.He descubierto ultimamente que existen muchos libros alegóricos y suelen ser los que mas me gustan.Como ejemplo estan La isla de los pingüinos de Anatole France o El principito de Antoine de Saint-Exupéry. Hace poco empecé Rebelión en la granja al cual le tenía bastantes ganas desde hace un tiempo. En una granja, los animales, hartos de la dura vida que les imponen los humanos, deciden rebelarse.Hecharían al dueño y tomarían control, pero esta vez, para su propio beneficio. Todo funciona de maravilla, se organizan de tal manera que cada uno cumple con un rol.Pero los problemas empiezan cuando algunos miembros de la rebelión van traicionando la causa. Orwell nos explica, a través de una historia sencilla y una narración llana, los dilemas de Rusia en la época de Trotsky y Lenin y su lucha por derrocar al régimen zarista.Sin embargo una de las ventajas de estas alegorías (aparte de simplificar asuntos que de otra manera serían dificiles de analizar) es que se transforman en universales y aplicables a muchas situaciones.Así sucede con este libro. Una historia que nos hará reflexionar acerca de que tan cierto es lo que vemos, si lo miramos superficialmente.Analizar las cosas por nosotros mismos, sin permitir que nos entreguen la información ya procesada hace que lleguemos a entender las bases mismas del sistema en el que vivimos. En fin, un muy buen libro, muy ágil y de rápida lectura.Una buena opción para una tarde lluviosa.